"las redes de crimen organizado han aprovechado y comercializado el contexto en el que viven niños, niñas y adolescentes en Centroamérica, [...] lo mismo algunas autoridades, que aprovechan la falta de protección de los derechos de las personas migrantes para extorsionarlas. Sin embargo, el verdadero reto a nivel regional es que el enfoque sobre la migración, la pobreza, la violencia y la seguridad cambien"
JULIO 11, 2014
Por: Abbdel Camargo (@alinaloe) y Araceli Avila (@RegaeneLycaniX)
En la estación migratoria de Tapachula, en el estado fronterizo de Chiapas, encontramos aFidel, un adolescente guatemalteco de 16 años que estaba a punto de ser devuelto a su país. Fidel realizaba el viaje solo y tenía intención de llegar a los Estados Unidos. Venía huyendo por la amenaza que un pandillero le había hecho, pero también de la pobreza. Al momento de la entrevista Fidel tenía cinco días de haber salido de prisión luego de ser criminalizado en México.
Hacía cinco meses que Fidel había salido de su casa, cuando en su paso por Tenosique, Tabasco, se detuvo a descansar en el parque de la localidad. Ahí fue aprehendido por agentes de la policía ministerial bajo el argumento de que tres centroamericanos acababan de matar a una personay, sin prueba alguna, fue acusado de participar en el homicidio. Fue procesado y estuvo cuatro meses en encierro por un delito que no cometió. La inocencia de Fidel se acreditó gracias al empeño de un abogado de oficio que tomó su caso, por lo que fue liberado y entregado a los agentes de Migración para iniciar el proceso de deportación.
Fidel es uno de los casi 90 mil niños, niñas y adolescentes no acompañados (NNAS) que según estimaciones de la autoridades estadounidenses durante 2014 viajarán hacia el norte sin la compañía de sus padres o de un tutor legal. 60% del total son adolescentes (12-17 años) y 3 de cada 4 provienen de Centroamérica, en particular del llamado triángulo del norte, conformado por los países de Guatemala, El Salvador y Honduras, siendo este último el que cuenta con el incremento más importante.
La presencia de niñez y adolescencia migrante en el complejo migratorio conformado por los países de la región no es nueva. Cada año decenas de NNAS de Guatemala realizan migraciones temporales para trabajar en las fincas del Soconusco o para emplearse en el comercio y la venta informal. La niñez y adolescencia salvadoreña tiene décadas desplazándose con la finalidad de reunirse con sus padres o familiares que radican en los Estados Unidos. Incluso niños, niñas y adolescentes de Honduras y El Salvador se han desplazado en la región centroamericana en busca de trabajo y mejores condiciones de vida. Lo novedoso es, entonces, el volumen, la diversidad de causas que motivan su salida y las condiciones en que realizan el viaje.
El despabile de la cobertura de los medios y el pronunciamiento gubernamental respecto al tema es realmente lo más atípico. Desde 2009 cientos de niños, niñas y adolescentes se movilizan por sí mismos con plena conciencia de la realidad: el entorno comunitario y familiar fragmentado, la predominancia de un Estado débil, corrompido, incapaz de brindarles protección y condiciones de vida dignas, y la creciente presencia de grupos del crimen organizado, pandillas y grupos de exterminio, quienes los reclutan, extorsionan, agreden o asesinan. Frente a este contexto la infancia centroamericana dejó de migrar y comenzó a huir.
Los gobiernos poco interés habían puesto en el tema, por eso ahora se asumen sorprendidos y rebasados por el fenómeno. Las acciones que a nivel regional y por país se vislumbran, poca esperanza dan a la solución del problema. Sencillamente éste no se comprende.
En Guatemala, por ejemplo, se ha iniciado la campaña “Quédate” que intenta desincentivar la migración. Incluso la primera dama declaró “[que le] duele en el alma que las madres expongan a sus hijos de esa forma”, con lo cual evidencia su desconocimiento sobre la configuración de los roles al interior de las familias guatemaltecas y, peor aún, señala a las madres como responsables de un éxodo que en realidad es provocado por el incremento de la violencia asociada a grupos del crimen organizado y pandillas, pero también a las constantes crisis económicas de los países centroamericanos.
El presidente de Honduras, Juan Orlando Hernández, por su lado, en junio pasado envío a un representante de gobierno a la reunión regional que sostuvieron con el vicepresidente de los EE.UU. en Guatemala, pues él se encontraba en Brasil, en la celebración del Mundial.
En México la respuesta del Ejecutivo ha sido la implementación de cinco medidas para la protección de las personas migrantes, sin embargo, todas refuerzan la perspectiva de la seguridad nacional, enfoque que vulnera a las personas migrantes indocumentadas o irregulares. ¿Cómo la entrega de tarjetas de visitante regional y trabajador fronterizo va a beneficiar a la población menor de edad de guatemaltecos y beliceños? No resuelve el auxilio que se debe brindar a los NNAS. Además, las y los hondureños y salvadoreños no son candidatos a dicha tarjeta, y quienes huyen por violencia no tienen la información ni las posibilidades de realizar los trámites para una migración regular y documentada.
Otra medida tomada en México fue reforzar los cruces fronterizos oficiales con apoyo de la Secretaría de la Defensa Nacional, la Secretaría de Marina Armada de México y la policía federal─entre otras─, lo cual tiene un impacto psicológico negativo sobre las personas que pasan por los retenes: “mi hijo no duerme en las noches, se despierta gritando que los soldados le van a disparar porque nos detuvieron como delincuentes, encañonados, y eso no debió ser así…”, es el testimonio de una madre guatemalteca que viajaba con su hijo de cinco años.
Desde Estados Unidos, grupos conservadores se han volcado en señalar que la llamada Ley de Acción Diferida, promulgada en 2012, creó expectativas en los NNAS, sus familias y las redes de coyotes y polleros, respecto a las facilidades para regularizar su situación en aquel país; esto potenció posiciones extremistas que afirman que estos niños, niñas y adolescentes traen consigo enfermedades y una violencia endémica. Cierta prensa estadounidense, asimismo, ha reforzado este argumento por la carga xenófoba y clasista de sus publicaciones.
Lo cierto es que las redes de crimen organizado han aprovechado y comercializado el contexto en el que viven niños, niñas y adolescentes en Centroamérica, ya sean traficantes de personas, drogas o secuestradores pidiendo cuotas de paso. Lo mismo algunas autoridades, que aprovechan la falta de protección de los derechos de las personas migrantes para extorsionarlas. Sin embargo, el verdadero reto a nivel regional es que el enfoque sobre la migración, la pobreza, la violencia y la seguridad cambien.
Las nulas acciones frente a la dimensión del problema expresan la indolencia de los gobiernos centroamericanos respecto al éxodo de su infancia, la apatía del gobierno mexicano y también el uso político que hace el gobierno estadounidense para cerrar las fronteras. Incluso en la coyuntura actual, donde se empieza a reconocer el fenómeno como una crisis humanitaria y se celebran reuniones con los mandatarios de la región, niños, niñas y adolescentes como Fidel siguen padeciendo las tropelías en donde su presente y futuro parecen no tener importancia.
*Abbdel Camargo es investigador especialista en niñez migrante y colaborador del Colectivo Ustedes Somos Nosotros. Contacto: abbdel@gmail.com
* Araceli Avila es investigadora de la Dirección de Migración y Derechos Humanos de Insyde.
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Tomado del portal de Insyde en Animal Político, Seguridad 180°
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